martes, 1 de diciembre de 2009

Las cenas de antiguos alumnos, ese gran solar.

Buenos días:
amigos/as, hoy voy a hablaros sobre la desoladora impresión que me lleve al asistir a la cena de antiguos alumnos de mi colegio. La verdad es que al final me acompañó mi pareja a dicho evento, ya que yo estaba ilusionado con poder enseñarle donde me crié desde los 11 años a los 18 años, es decir el período más importante en los hombres en general, la adolescencia.
Todo transcurría tal como me había imaginado ella se arregló para la ocasión demostrando una vez más su elegancia y belleza, yo no cabía en mi de gozo, henchido del orgullo de ir acompañado de tal mujer; en cambio yo, iba en mi línea deportiva pero formal, algo que en un principio me dio reparo por si desentonaba con la gente y sobre todo porque mi acompañante merecía otro trato de etiqueta por mi parte, pero... al final no pasó nada malo.
Enfilé mi coche en dirección al colegio, como en nosotros es habitual llegamos antes de tiempo pudiendo aparcar en la zona alta del parking, de esta manera podríamos irnos cuando quisiéramos sin tener que sufrir los atascos que se prometía fácil de crear en el parking de abajo.
Antes de salir del coche y dirigirnos hacía el comedor donde nos esperaba el reencuentro con los viejos compañeros, le narré a mi acompañante todo tipo de anécdotas que te vienen a la cabeza cuando vuelves a ver el escenario donde has pasado tantos años y que creías que habías olvidado, pero que con solo echar un vistazo recuerdas como si hubiera sido ayer cuando abandonaste dicho colegio.
A la hora de llegar al hall es cuando observas que las clases de primaria son tal cual las recordabas, incluso con sus pupitres que por mucho que el tiempo pase no han cambiado (y les aseguró que no será por falta de dinero), sino que siguen enfrentándose como jabatos a los niños que diariamente intentan hacer de ellos su propiedad, grabando en su cara su nombre, fechas, y esa cosas que todos hemos hecho alguna vez.
Si que observas que la distribución de la secretaría ha cambiado, hay más cargos y despachos, para ajustarse a las nuevas incorporaciones, en su gran mayoría los hijos del que fuera en funciones el director, que ahora no lo es Arsenio; el cual ha delegado en su hijo Gonzalo, que fue compañero de promoción mio.
Este cambio no deja de ser asombroso por mucho que lo conozcas, ya que siempre choca saber que un amigo, compañero es quien lleva ahora las riendas del colegio donde te criaste, pero también es verdad que no por ello deja de ser fuerte ver que el chaval que contigo vivió cosas en el colegio y que tanto los dos criticabais como todos los alumnos, han encauzado su vida después al ámbito escolar, uno como director y el otro como maestro, aunque no en ese colegio.
En el momento en que bajas las escaleras que te conducen al comedor, dentro de ti se enciende un sentimiento de ansiedad por saber si reconocerás a algún compañero, a los profesores por supuesto que sabes que lo harás, ya que por muchas razones que no vienen al caso nunca los olvidarás. Justo cuando entras en el comedor y alzas la mirada en torno a ti, tras desdeñar unos segundos, se te cae el alma al suelo ya que ... ¡NO RECONOCES A NADIE!, más bien te das cuenta que es imposible que lo logres, ya que la mayoría de personas son YOGURINES que empiezan a afrontar los retos de su vida.
¡QUE TRISTE SEÑORES/AS!, resulta que en ese momento te das cuenta que ya han pasado 14 años desde que acabaste el colegio y que tus compañeros de promoción ya no se dignan a ir a tal evento porque sencillamente nuestro tiempo ya ha pasado. Y cuando teníamos que ir que fue en los 3 años posteriores a finalizar, pues yo no me digne a ir ya que no tenía ninguna inquietud.
Pero hete aquí que este año si quise ir a dicho evento, ya sea por nostalgia, ya sea porque siempre es conveniente que un colegio de dicha magnitud sepa de ti profesionalmente, ya sea por lo que sea. Y mi impresión fue desoladora, ya que lo único bueno de la noche fue observar como mis profesores y mi único compañero conocían a mi futura mujer y se deleitaban con su presencia.
Sinceramente no creí que fuera a ser el único en ir, ya que pensé que habría unos fieles parroquianos aunque solo sea por la amistad que les une a Gonzalo, pero a la hora de la verdad, se excusaron (según me contó el propio Gonzalo) y decidieron pasar la noche en sus casas.
Nosotros nos fuimos rápidamente y cenamos en casa, ya que ni tan siquiera la comida que sacaron parecía estar acorde con nosotros, ya que al igual que me pasó a mi, daba la impresión que la comida se sentía fuera de lugar, ya fuese porque estaba hecha desde hacía horas y algunos platos no pegaba servirlos fríos, ya sea por lo que fuere.
Así que la velada acabó en casa de mi pareja, cenando y hablando sobre un evento que nunca más repetiré y que me dejó desangelado y desanimado, al menos quería ver a algún compañero, pero que profesionalmente me brindó la oportunidad de indicar mi predisposición para currar.
Hasta la próxima:
EL ABUELO.

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